sábado, 26 de noviembre de 2016

Sabrina

Sabrina: mis padres me dieron la vida y un nombre. Un nombre que carga el sentido de mi existencia en tu mundo. Suena a todo el amor que recibí en el primer instante en que llegué, que acumulé y atesoro hasta hoy. Una chapita cuando nací, una pulsera a los doce que tenían grabadas mis letras “Sabrina”, siempre fui tan resonante. Realmente me sentí importante, imprescindible, especial, única por serlo para vos. Fui sostenida cada vez que me lastimé, lloré, perdí, acompañada cada vez que logré algo, me acerqué, lo alcancé, avancé. Mi nombre habitó diversos espacios y casas, hasta que llegó a tu mismo piso, ganó muchos adjetivos que lo acompañen. Nadie que no tenga mi voz inconfundible, cuando los ojos no me distinguen, lo puede utilizar. "No sabés el orgullo y alegría que sentí cuando escuché por el micrófono 'Licenciada Sabrina'". No permitís hablar mal de mi nombre, nadie me puede hacer mal ¿Quién será Sabrina ahora? ¿Me faltará alguna letra? ¿Me volveré un ser diminuto e insignificante, invisible? Ya estoy extrañando ser nombrada por la voz gruesa e imponente, los abrazos apoyada en ese pecho fuerte y contenedor. Mi nombre lleva un pedazo de tu alma, nuestro lazo de sangre y amor es eterno.