22 de Julio, una loca con bufanda
Siempre vivencié esta fecha con un exceso de importancia y ansiedad exagerada. Empezaba a contar los días que faltaban para mi cumpleaños sesenta días antes, para que se den una idea. Esperaba ansiosa el momento, el año se dividía en el antes y el después. La noche anterior, nunca podía dormir, y a la mañana siguiente me despertaba mucho más temprano de lo normal. Y si mis padres aún dormían, me quedaba saltando, bailando, jugando exaltada en mi habitación. Ese día corría todo lo que fuera necesario, con tal de ser yo quien atienda el teléfono. Una vez me canté el “Feliz cumple” frente a un espejo muy, muy grande que teníamos en el pasillo. Hasta hoy necesito ver la fecha en el diario, para comprobar que es cierto que estoy transitando el único día en el año que me pertenece. El 22 de Julio siempre cortó transversalmente el desarrollo de mi vida cotidiana, en época de vacaciones, guantes y bufanda.
Uno de los recuerdos más tempranos remite a mi cumpleaños de un año, del cual tengo imágenes sueltas, como ser el día que mi tía Claudia me regaló los zapatitos negros acharolados. Fueron entregados en una cajita, en la casa de mi tía abuela. Brillaban mucho. De ese primer cumpleaños, recuerdo unos almohadones de colores y algunos regalos como un teléfono con rueditas. Puedo decir que tengo mínimo un recuerdo por cada 22 de Julio. Del día que cumplí 2, memoricé que me regalaron a mi muñeca Yanina, un bebé con carrito que me acompañó toda la infancia. Vivíamos en un departamento en la localidad de Saenz Peña, sólo hasta ese año. De allí tengo imágenes de mi cuarto, especialmente del día que trajeron la cama nueva en la que iba a dormir, para dejar la cuna. También recuerdo la cocina, y el comedor con algunas visitas, y un tío sentado en el sillón jugando con un organito muy chiquito que tenía. En el tercer cumpleaños, mi mamá me hizo una torta de Alf. Recuerdo cómo la preparó y decoró con una manguera de glassé, tal como había aprendido en su curso de repostería al que la acompañé varías veces, disfrutando de observar todo lo que allí realizaban. Ese día soplé las velitas con todos reunidos en mi comedor de Artigas y Cesar Díaz. Lo que remarqué siempre de mi cumpleaños número 4, es que fue el último que pasé junto a mi abuela Margarita, “Aba” apodada por mí cuando no me salía llamarla. A los 5 tuve una torta de frutillitas, preciosa, tenía gomitas en forma de frutillas, con un cabito verde de plástico. No aguantaba hasta soplar las velitas, para comer esos caramelos ricos. Mi tía me compró una ropa muy linda: un pantalón negro a lunares grandes y un buzo negro y verde. A los 6 me peinaba con una colita muy alta, estilo despeinada. Para ese día me había comprado unas calzas, un buzo largo con parches, y usaba unas zapatillas de lona botitas. Muy parecida a la moda actual. Mi mamá estaba embarazada de Kevin, mi hermano, pero yo aún no lo sabia. Los 7 años los festejé en un salón, con un buzo con estampados fluor y nuevo hermanito. Los 8 fueron en una cancha de Paddle, el deporte “boom” del momento. A los 9 mi mamá me organizó un cumple sorpresa, que fue animado por mi prima Mariné...
1 comentario:
Estabas vestida como flogger???, ja, fuiste una pionera. Creo que lo de loca es por el 22, y lo de la bufanda por el invierno. Creo que tenemos cosas en común. Me refiero a la bufanda, ja. Un abrazo.
Cristian. P.
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