Una vez más algo me aprieta el pecho, tensa mis manos que no pueden escribir lo que sienten. Es esa angustia contenida en la palabra, escupida en un impulso. Es esa soledad acompañada de ojos que no ven. Los sueños que parecen tan lejanos, las necesidades que nunca terminan de necesitar, sino que se reinventan en medio de la carencia. Carencia en un mundo que desborda, que chorrea sentimientos artificiales. Un mundo que no comprende porque no quiere sentarse a pensar, que siempre está tan apurado por experimentarlo todo y divertirse. Y mientras tanto estoy aquí, queriendo pararme en un lado de la vida, mientras los otros cuerpos me tironean para que siga pisando los caminos que trato de dejar atrás. Estoy aquí intentando que mi alma no pierda su vuelo, que mis pies aún quieran correr a buscar lo que siempre desearon. Que no se me caigan los brazos, cansados de intentar. Que a mi pluma le vuelva la fuerza, que mi corazón deje de perder color.
(Quisiera despertarte con un llamado y que, con un ojo abierto y otro cerrado, me digas las cosas más hermosas que jamás haya escuchado)