No es que sea un chaparrón en la ventana, o un día gris. No es que sea un té incoloro, un café sin sabor. No es que sea un sauce llorón, o una mujer sin amor. No es que sea una puerta que nadie tocó, un hombro donde nadie lloró. No es que sea una alienada de la normalidad, una mente fuera de contexto. No es que sea una lágrima salada, una bomba por explotar.
A veces conocemos las historias que se están por contar, y las terminamos contando de tanto que creemos conocerlas. A veces creemos que podemos inventar carrozas, donde sólo hay calabazas dulces (y eso no es poca cosa). Cada vez que ese teléfono en desuso suena, deja un absurdo por imaginar.
Es que hay cansancio de no ser y un sello en tu alma. Hay una rosa roja que no quiere marchitarse, y algunos soplos profundos que quedan por soltar. Es que hay un patio en el fondo al que debemos llegar, una hamaca para lanzarse a volar. Es que hay colores en tu boca que no quiero borrar, y una sonrisa para no olvidar. Es que hay una necesidad vertiginosa, de aniquilar excusas, de quedarse a gusto, de que tus brazos me vengan a levantar.