Hoy desperté con el arte erizándome las puntas del cabello, doradas, rojizas. Soñé todas las vidas posibles, y no me alcanzó. ¿Cuántos signos de rebeldía conservas hoy?
No es un monstruo la soledad, cuando es bien encontrada. Es tan tonto tener miedo, cuando aún te siento en el aire. (Y nos hacemos tan fuertes…)
En la playa aplauden porque me perdiste. A los ahogados en ilusiones se les gasta la voz en cada siesta. Siendo imperioso el esfuerzo, cada palabra duele en lo más profundo de sus gargantas. Y las oraciones que no llegan a oírse bien, hacen una explosión camuflada en olas. (No estés triste por el mar, si nunca valí tu pena.)
Existe un instante, que aún no es. Imaginarlo. Desearlo hasta agotar todos los deseos. Esperarlo atemporalmente. Cerrar los ojos y sentir cómo se siente. Abrir el alma a cosquillas infinitas, a infinitos instantes como el existente que aún no es, pero se imagina bien. Contraer los sentidos sutilmente, exprimirlos hasta liberarlos con ímpetu. Chasquear los dedos presurosos, cruzarlos, probando si sucede. Languidece el estomago, se agita el corazón y es un fragmento de tiempo igual al anterior, aunque indica que falta menos. Existe el instante, el tiro no puede salir por la culata, no esta vez. Sólo resta escabullirse en el encuentro, siendo que en la distancia nos objetivamos.